A más de alguno nos habrá pasado que se nos ha marchitado una planta en nuestra casa. ¿Las razones? La mayoría de las veces falta de cuidado o bien un cuidado inadecuado. Poco sol, poca agua, falta de nutrientes, falta de espacio… Razones hay muchas, lo importante es entender que una planta sin cuidado, no puede crecer.
Así mismo, cada padre y madre necesitan de cuidado para poder criar y desarrollarse como figuras de cuidado, esto quiere decir, personas que entregarán de su tiempo y energía para atender a otro más pequeño que ellos mismos. Sí, tal como se lee, quien cría necesita también ser protegido y protegerse a sí mismo en este proceso.
A falta de cuidado, lo más probable es que -como la planta sin agua- este padre o madre termine agotado, agobiado y desmotivado en esta tarea. Al ser adultos, nadie vendrá a cuidarnos desde afuera, y esa es una de las grandes diferencias entre ser un niño o niña y un adulto; el cuidado personal pasa a ser nuestra responsabilidad, pues tenemos que ocupar nuestros recursos en nuestra salud física y emocional.
Cuando se habla de crianza, siempre se pone especial énfasis en todo lo que los padres tienen y deben hacer para ser “buenos padres” y criar “bien” a sus hijos. Se nos dice que tenemos que ser coherentes, respetuosos, sensibles, estar atentos, que tenemos que ser responsables, etc. Todas habilidades que son necesarias, pero que tienden a poner sobre nuestros hombros todo el peso de la educación de los hijos, llevándonos a olvidarnos de nosotros mismos.
Y es que además de ser padres somos personas con una vida propia diferente de la crianza, quizás cada vez más escueta, ¡pero vida al fin y al cabo!
La misión de cuidarnos se llama autocuidado parental, y es el espacio a partir del cual logramos darnos un tiempo personal necesario para reponer energías, cargar pilas y reconectarnos con lo que nos gusta y nos hace sentido, teniendo esto un impacto positivo en nuestra salud. No es casualidad que al convertirnos en padres uno de los espacios que primero se sacrifique, sea el de darnos un tiempo para nosotros mismos; la tendencia es disponer toda nuestra energía en la crianza y cuidado de otro. ¿Pero cuál es el problema de esto?
Que tarde o temprano las pilas se agotan y esto terminará afectando nuestra salud mental, que resulta ser fundamental a la hora de criar a un niño, afectando por consecuencia el bienestar de nuestros hijos también.
El darse espacios de cuidado personal, se relaciona con prácticas cotidianas no necesariamente complejas, y que pueden ayudarnos a descomprimir, sentirnos contenidos, alegres y satisfechos en la construcción de un espacio distinto al de la parentalidad.
No se trata de irse de fiesta cada vez que queramos o irse a recorrer el mundo. Sí, seguramente sería entretenido, pero para que realmente sea autocuidado, debemos elegir estrategias posibles de realizar. Este punto es fundamental, ya que si solo identificamos estrategias imposibles de realizar nos frustraremos, lo que terminará pasándonos la cuenta. Si queremos niños felices, también se necesita que seamos padres y madres felices.
Primer paso: saber qué necesito
Esta es una pregunta muy, muy necesaria para saber cuál será el camino hacia el autocuidado que debemos tomar, y comienza por escucharnos a nosotros mismos y ponernos atención. Si no sabemos qué necesitamos, no seleccionaremos las estrategias adecuadas para cuidarnos. El saber “qué necesito”, nos invita a sacar al Chapulín Colorado que llevamos dentro, activando nuestras “antenitas de vinil” para comenzar por observar y preguntarnos: ¿En qué situación estoy?, ¿cómo me siento: en lo físico, emocional y social?, ¿qué cosas me hacen bien? y con todo esto, ¿qué necesito?
Algunos pueden necesitar descansar, otros dispersarse o divertirse, otros relajarse… Lo importante es ponerle nombre y verbalizar esa necesidad para que exista y encontremos la forma dentro de nuestros contextos de satisfacerla sin culpas, sino entendiendo que es una necesidad tan vital como la luz del sol lo es al crecimiento de la planta de la que hablamos en un inicio.
Segundo paso: activarnos para satisfacer nuestra necesidad
Cuidarse es un arte y un aprendizaje constante. Lo más importante de esto, es que las acciones que elijamos para dar pie a nuestro autocuidado deben ser coherentes con la necesidad detectada. De nada nos sirve ir a bailar si lo que necesitamos es descansar, o ponernos a dormir si lo que queremos es estar acompañados. Una buena detección de nuestras necesidades nos ayudará a elegir y priorizar qué acciones tomar para cuidarnos. Cuando estas acciones son bien elegidas, actúan como recompensa, permitiéndonos sentirnos bien una vez que las realizamos.
Tercer paso: elegir cuidarnos día a día
¡Qué el autocuidado no sea una vez al año! Como mencionamos, el autocuidado es un proceso que se lleva a diario e implica desde las acciones más pequeñas, como tomar desayuno todos los días, hasta cosas más complejas, como tomar vacaciones o hacerse masajes.
Lo importante es entender que pequeños cambios van sumándose positivamente en nuestras rutinas, y nos permiten acumular buenas experiencias y alegrías que nos servirán para hacer frente a los diferentes desafíos que nos pone la crianza. Todo gesto o acción de autocuidado, tiene un impacto positivo posterior en nuestras familias; lo que nos hace bien también le hará bien a nuestros niños.
- Atención consciente: Practica poner especial atención a cómo te sientes. Mientras mejor seas capaz de detectar tus sentimientos, podrás registrar más oportunamente aquellas situaciones de mal estar que puedan impactar negativamente tu salud mental y hacer algo al respecto.
- Descubrir cuáles son nuestros espacios para descomprimir: Hay que darse un tiempo para pensar e identificar cuáles son las cosas que nos hacen bien fuera de la crianza, resguardando algún espacio personal libre de colados, pañales, colegios, etc.
- Moverse: Uno de los consejos que se dan para alivianar las tensiones, además de recordar siempre respirar, es usar el movimiento. Hacer deporte, bailar o caminar, son acciones necesarias a la hora de cuidarse y que además pueden hacerse en familia.
- Organizarse y planificarse: Mientras más organización tengamos y más estables sean nuestras rutinas, tenemos mayor probabilidad de sentir que tenemos el control de nuestras vidas y, por lo mismo, sentirnos más seguros en un ambiente que será predecible y permitirá compatibilizar mejor nuestros tiempos.
- Recreación personal: Nutrir el espacio del ocio es fundamental. Aunque sean solo cinco minutos diarios, hacen una diferencia en nuestras vidas. Este espacio puede ser individual o bien social.
- Compartir la responsabilidad de la crianza: La co-parentalidad es esencial, y con esto el estar coordinados y bien sintonizados con la o las personas que nos ayudarán a criar a nuestros hijos, nos brindará un gran apoyo al momento de necesitar usar el comodín del “tiempo personal”.
El autocuidado parental es uno de los principios de la crianza positiva, que nos invita a entender que para que los niños y niñas estén bien y crezcan felices, los padres también necesitan estar bien y sentirse felices con sus vidas. ¡A disfrutar se ha dicho!